De la aplicación para «El perfeccionamiento del español»
(De José María Fernández).
Uno (y ese uno soy yo) ya entra en años y a lo largo de su vida ha visto, por lo que a la enseñanza- aprendizaje se refiere, de todo o de casi todo y pienso, como dice el refrán, que más sabe el zorro por viejo que por zorro. Me explicaré para que el lector vea adonde quiero llegar.
En un libro mío bastante reciente, del año 2013, el titulado Fuera de circulación, libro hecho, según explico en la portada del mismo, «cuando su autor quedó fuera de circulación, el 22 de mayo de 2012, fecha en la que cumplió 70 años y el Estado, las leyes, la Universidad y los que organizan el país le dieron por amortizado» cuento algo de y sobre mi trayectoria como profesor y afirmo que durante mis años de profesor me propuse enseñar a pensar, es decir, que mis alumnos no fueran víctimas de las manipulaciones de la inteligencia a las que, sobre todo, gobiernos, partidos políticos e inconfesables intereses de todo tipo someten a los no advertidos y a los más incautos y a los que van de buena fe o con el cirio encendido y creo que, en cierto modo, lo logré, porque en la cena homenaje que unas cuantas personas amigas me hicieron con motivo de mi jubilación una de las ideas que más se repetía en el libro de firmas que me entregaron era la de que fui un profesor atípico, independiente. Queda dicho.
Cuando fui a estudiar Filosofía y Letras a la Universidad de Oviedo era un incauto que no entendía casi nada de lo que explicaba el profesor de Filosofía, Gustavo Bueno. No comprendía cómo se empeñaba en demostrarnos que, según Hume, era posible la inversión de la causa-efecto, es decir, cómo el efecto podía preceder a la causa y no entendía nada de la lógica matemática de Russel que él se empeñaba en decir que formaba parte del pensamiento filosófico más en vanguardia. Y, a veces, Bueno nos advertía premonitorio de que tal vez la Universidad no nos enseñaba nada o casi nada, pero que si aprendíamos a pensar, a discurrir por nosotros mismos, la Universidad había justificado su cometido y nosotros entraríamos en el camino de los hombres libres y críticos; y lejos del rebaño. Yo tomé nota. Y tomé la firme decisión de que si algún día llegaba a ser profesor de Universidad tendría, como objetivo, antes que la repetición unas veces de saberes y otras de batallitas y cuentos chinos, el que mis alumnos pensaran, razonaran y aplicaran la lógica.
La literatura que quise y que procuré explicar era la que se refería al hecho literario en sí y en su contexto histórico, pero tal vez y sobre todo, la que enseñaba a los alumnos a pensar y la que les daba luz para llegar a ser personas intelectualmente libres. Ahora, que como vengo explicando, ya no estoy en activo, concebí la idea de crear una aplicación, en la línea de mis ideas sobre la enseñanza, las que acabo de explicar, para el perfeccionamiento del español y, al alimón, entre Raúl, Luis, Enric y yo mismo, creamos SmartText.
Estamos convencidos de que SmartText es una herramienta de apoyo interesante para quienes quieran perfeccionar el español, para quienes quieran no olvidarlo, para quienes quieran saborear textos literarios; y para todos aquellos que quieran reflexionar sobre grandes temas y problemas como la libertad, la justicia y el derecho que tenemos las personas a que se nos respete. Algo en la línea de nuestro, creemos, no adocenado pensamiento, algo también en la línea de las más modernas tendencias, es decir, algo hecho siguiendo las tecnologías más avanzadas en el campo de la educación que atañe a la lengua española.
Como dice un usuario de SmartText ni “tapas, ni playa, ni cervezas”, pero sí un recurso para el perfeccionamiento del español para quienes se sumen a las oportunidades que brindan las modernas tecnologías.
Jose María Fernández