Héctor Abad Faciolince
Héctor Abad Faciolince.
El olvido que seremos de Héctor Abad Faciolince es una buena novela que se puede decir que termina con una obviedad que aparece en el último capítulo, la de que “todos estamos condenados al polvo y al olvido” y en consecuencia muchas personas evocadas en el libro o ya han muerto o están a punto de hacerlo, pero no escribió Héctor Abad su novela (que he dicho que es una buena novela) para contar esta evidencia tan simple y necia, la escribió para contar la historia de su familia, la de sus amigos y conocidos, la de sus vecinos, la de los que pintaban algo en Colombia, la de las gentes anónimas y en suma la de todos los que padecieron la represión por pensar o por obrar el bien pero fuera de los cauces de quienes disponían a su antojo de las vidas de los colombianos.
Es una novela en la que se huele un asco por y contra todos los extremismos, contra todos los partidos políticos, contra todas las banderías, contra todos los oportunistas, contra todas las gentes que sin escrúpulos matan, asesinan y condenan al ostracismo a los que no son de su cuerda y por el contrario es una novela que ensalza la educación, la solidaridad y los valores humanos hasta el punto y el extremo de que cuando estos valores parece que entran en contradicción con los designios de Dios y la religión quien triunfa es el hombre. Es una historia, por desgracia, acaecida en Colombia. Personajes concretos y escenario también concreto.
Es una novela sin desperdicio: “Mi acto idiota y brutal (lo cometí) por puro espíritu gregario, y quizá sea por eso que desde que crecí les rehúyo a los grupos, a los partidos, a las asociaciones y manifestaciones de masas, a todas las gavillas que pueden llevarme a pensar no como individuo sino como masa y a tomar decisiones, no por una reflexión y evaluación personal, sino por esa debilidad que proviene de pertenecer a una manada o a una banda.” (p. 27) ¿Quieren pensar esto y actuar en consecuencia?
El padre del novelista, el protagonista de la novela “acabó diciendo que su ideología era un híbrido: cristiano en religión, por la figura amable de Jesús y su evidente inclinación por los más débiles; marxista en economía, porque detestaba la explotación económica (…); y liberal en política, porque no soportaba la falta de libertad y tampoco las dictaduras, ni siquiera la del proletariado, pues los pobres en el poder, al dejar de ser pobres, no eran menos déspotas y despiadados que los ricos en el poder.” (p. 49) ¿Quieren pensar esto para ver si se convencen de que ser hombre de una idea fija, de un pensamiento y una obediencia monolítica nos convierte, por lo común, en una máquina peligrosa?
Se cuenta en la novela: “Mi papá había hecho una especie de alianza pragmática con un líder político conservador, (…), y ese dúo, que morigeraba la desconfianza en mi papá, por el lado derecho (no será tan peligroso ni tan comunista desde que está con Ignacio), y la desconfianza por el izquierdo (no será tan reaccionario desde que está con Héctor) consiguió cosas buenas. Se dedicó a su pasión, a salvar vidas, a mejorar las condiciones básicas de salud e higiene…” (p. 127) ¿No queda meridianamente claro cuál debe ser el comportamiento del hombre (por encima de las ideologías) para con los demás?
Es una novela sin desperdicio. Es una novela que debería ser de lectura necesaria para todos los colombianos para no repetir errores. Es una novela cuya lectura se debería exigir a cada uno de nosotros antes de depositar un voto en las urnas y de obtener un hipotético documento de mayoría de edad ciudadana.
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