Atajo y hatajo
El español es una lengua muy rica, tanto que al hablarlo el oyente tiene que deducir, en numerosas ocasiones por el contexto, el significado de un término utilizado. Es un idioma, rico, flexible y para personas inteligentes y para quienes no tienen la inteligencia de adorno; para quienes la utilizan. Un ejemplo que sirve para confirmar lo dicho hasta aquí nos lo proporciona la palabra atajo/ hatajo. Vamos a explicarlo.
Atajo, sin hache, significa, en su acepción fundamental, senda o lugar por donde se abrevia el camino y evidentemente dicho camino puede ser real, que es lo más frecuente, o figurado.
Hatajo, con hache, significa pequeño grupo de ganado, pero también y hoy es el significado principal o más usado por su connotación despectiva y porque los españoles andamos, por lo común, bastante cabreados, grupo de personas. Así, un hatajo de políticos, sería un grupo de políticos que se rascan la barriga al sol en lugar de gestionar el bienestar de su país, el de los ciudadanos, etcétera.
Tengo delante varios periódicos del día de hoy y en uno leo que los senadores y congresistas de un partido político habían prometido renunciar, si salían elegidos, a las bicocas de la “casta”, particularmente el teléfono móvil, la tableta y la tarjeta de 3.000 € para taxis, pero los dichos, cuando se han visto senadores y congresistas, se han pasado la promesa por algún sitio que adivinan pero que yo no se lo digo. Para mí y para cualquier hablante de español los tales son un hatajo de aprovechados, caraduras, sinvergüenzas y otros muchos calificativos por el estilo. Qué precisa y qué clara es la palabra “hatajo”. Y qué bien se entiende.
Pero siguiendo con el asunto del hatajo y las noticias en la prensa del día me encuentro con la de que el académico de la RAE, Félix de Azúa, había dicho que la alcaldesa de Barcelona “debería estar sirviendo en un puesto de pescado” porque “no tiene ni idea de cómo se lleva una ciudad ni le importa”, una opinión que probablemente si le preguntásemos al autor de la misma sabría dar razones y podría aportar argumentos en los que se sustenta. Y aquí habría terminado todo porque en una democracia los ciudadanos pueden y deben opinar sobre los políticos que los gobiernan y si no lo hicieran y si no tuvieran libertad para hacerlo es que la democracia de ese país es una democracia de pacotilla. Pues bien, numerosos plumíferos y periodistas y también algunos o mucho políticos y ciertos ciudadanos pusieron el grito en el cielo y la emprendieron con el académico porque, dicen, es un “clasista y un machista”. Pues bien, a mí lo que me parece es que esos plumíferos, periodistas, políticos y ciudadanos son un hatajo de… Un hatajo. Y si me obligan a poner un adjetivo pondría el de demagogos, o el de hipócritas; o los calificaría de gentes sin conocimiento de lo que es la democracia y la ciudadanía. Hatajo de… Ahí está la riqueza del español.
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