Lacrónica de Martín Caparrós
Fernando Beltrán me regaló Antología de la crónica latinoamericana actual de Darío Jaranillo. Lo leí y me gustó y lo aproveché para redactar la conferencia que di en México (Guanajuato) en el Congreso de Historia y Literatura porque en el libro aparecía el texto de Martín Caparrós, el titulado “Muxes de Juchitán” y me parecía que ni pintado para la relación entre hechos históricos y su plasmación literaria.
No creo que nadie se enterara de casi nada de lo que dije y quise decir excepto Ana, Javier y ocho o diez chavos y chavas más; pero me da igual. Dije lo que quería decir. Y antes y después de decir lo que dije yo estaba prendado de la escritura de Martín Caparrós y por eso cuando vi su reciente libro, Lacrónica, lo compré, lo leí, lo disfruté y pensé que debería ser de lectura obligatoria, junto con El hombre que amaba a los perros de Leonardo Padura, para dar a las personas la mayoría de edad y el derecho al voto. Más nos luciría el pelo.
Con la lectura de El hombre que amaba a los perros adquirí una idea cabal de los asesinatos, purgas y deportaciones que figuran el “haber” de Stalin, es decir, del comunismo; y si ustedes lo leen quedarían informados de eso y del enorme fiasco y desilusión que supuso para la Humanidad comprobar que un sistema político que teóricamente iba a dignificar al hombre se convirtió en un sistema dogmático, de represión y de privilegios de unos pocos dirigentes.
El libro de Caparrós debería servir para abrir los ojos al mundo, para conocer quién fue Videla en Argentina; de cómo fue Lima y cómo fueron los señores de Sendero Luminoso, de cómo es el espíritu de Hong Kong, de cómo La Habana de Castro, de cómo la moderna guerra en Belgrado, de cómo la guerrilla comunista en Colombia, de cómo y quién fue Kapuscinski; y de cómo se deben escribir las crónicas, de cómo es el oficio de periodista, de cómo se deben usar las palabras, los adjetivos sobre todo, de qué es la verdad; en definitiva de cómo es el mundo que nos rodea (y las personas) y de cómo podemos escribir para contarlo a los demás porque nadie duda, o casi nadie, que el buen manejo del lenguaje oral abre puestas y oportunidades, pero casi todo el mundo se olvida de que “verba volant” y por lo tanto hay que dejar constancia por medio del lenguaje (literario) escrito.
Lacrónica es un ejercicio para despertar la inteligencia, para aprender a mirar, para saber contar, para saber escribir.
Que se haga un control, que se obligue a la lectura de estos dos libros dichos para alcanzar la mayoría de edad del individuo y adquirir el derecho al voto no es ningún disparate. Hoy para conducir legalmente una motocicleta te examinan, para obtener un título universitario te examinan y reexaminan, para obtener un trabajo de dependiente en una frutería te hacen una entrevista pero para votar a quien consideras que debe ser tu presidente de gobierno solo te piden un DNI.
Yo quiero que estos dos libros se conviertan en libros de lectura obligatoria porque además de estar bien escritos despiertan la inteligencia y son una ventana al mundo y si los gobiernos del mundo me hacen caso yo reclamaré derechos de autor por la idea y sacaré mi tajada. Estatua en la plaza de mi pueblo no quiero porque los que vengan detrás la derribarán y si es de metal la fundirán para fabricar sartenes. Así de cainitas somos. Abel Sánchez.
José María Fernández