Noches sin dormir
Noches sin dormir es un libro reciente (finales de 2015) de Elvira Lindo en el que, según dice su autora, “quería dejar por escrito el testimonio de mi (su) último invierno en Nueva York”, libro que le costó, según afirma, “días de frío, y noches de insomnio creativo.” Y en él fue ligando (siguen siendo afirmaciones suyas) fotos que fue captando a lo largo de dos años con las palabras del texto.
Esto es lo que dice que es el libro, o lo que pretendió con el libro, pero a mí, o no lo entiendo en su valor intrínseco o no me llega demasiado. Volveré sobre el asunto.
De su marido, del de Elvira, Antonio Muñoz Molina, había leído Ventanas de Manhattan y me había parecido un libro delicioso sobre Nueva York, un libro que ayuda al lector a ver la ciudad, a mirar con una mirada más penetrante que la del simple turista, a fabular historias sobre lo viejo, lo nuevo, lo insólito, lo sórdido y lo sorprendente de Nueva York. Se dice en la solapa de presentación que nos ayuda a “adentrarnos en la fascinación de (sus) avenidas y calles.”
De la propia Elvira Lindo, sobre Nueva York, había leído con fruición el titulado Lugares que no quiero compartir con nadie y en él aprendí y con él descubrí rincones deliciosos, intrigantes, bares, locales musicales, restaurantes, parques, monumentos y un sinfín de sitios que vi con otra mirada en la visita que hice a la ciudad después de haberlo leído. Lo reseñé en uno de mis artículos en un periódico digital y Jaime Álvarez Buiza me mandó unas letras en las que decía que era (la mía) una preciosa reseña.
Me sentí contento por lo que me tocaba y por haber sabido contagiar el interés por el mismo. Pero éste, Noches sin dormir, no me llega. Lo siento. Yo creo, o me parece a mí, que algunas fotografías guardan poca relación con el texto y con el contexto en el que aparecen; que Elvira destacó con demasiada insistencia aspectos sórdidos o duros de la ciudad, como la dificultad de hacer amigos, de sentirse acompañado, la de las ratas que abundan, la de los fríos inviernos, la de los metros que te dejan tirado, la de que nadie se salude en el ascensor y la de una retahíla más de cosas negativas.
Respecto a las fotografías hay una (p. 160) que dice que es de “El ladies room del hotel Carlyle”. Yo fui al Carlyle guiado por su otro libro, el de Lugares que no quiero compartir con nadie y vi y disfruté de las pinturas de Ludwig Bemelmans tanto que no entiendo por qué destacó aquí una, para mí, menor como la que adorna la puerta del “ladies room”.
Y otro asunto más y este es muy personal porque a medida que he ido cumpliendo años he ido distinguiendo entre las personas decentes y las indecentes, las cultas y las incultas, las buenas personas y las malas y de las últimas de cada grupo no quiero saber nada y ni me interesa ni oírlas ni que me hablen y en su libro Elvira Lindo dice que fue a oír una conferencia de Pablo Iglesias e incluye una foto del mismo (p. 72) y como creo que si este personaje mandara España se iría a hacer gárgaras…
José María Fernández