El hombre que amaba a los perros.
Hoy hablo de El hombre que amaba a los perros de Leonardo Padura y me tiembla la pluma porque hay libros que no se deberían reseñar; habría que leerlos. Y hasta me atrevo a decir que deberían ser de lectura obligatoria para que todos sacáramos conclusiones y aprendiéramos cómo fue nuestra historia y cuáles fueron los comportamientos de gentes, dirigentes e ideólogos que nos han precedido. Y después de conocida la historia, si es que no vamos con orejeras, deberíamos tomar nota y poner los medios para que no se repitan los gobernantes ebrios de poder, pagados de sí mismos y hasta asesinos. Y para que no se repitan los hombres títeres, los de obediencia ciega, los de cerebros programados.
El hombre que amaba a los perros traza la historia y cuenta la vida y las circunstancias de Ramón Mercader, asesino de Trotski mediante uno de los crímenes más escandalosos del siglo XX. Todo ello mezclado o anotado con la explicación de la propia historia de Trotski, de la de buena parte del siglo XX, de las ideologías dominantes en el siglo, de los crímenes de Estado, de las deportaciones, de las venganzas, de las mentiras y del fiasco del comunismo particularmente por la saña y mala entraña de uno de sus dirigentes, de Stalin. O como se dice en la página 257 de la novela: “Qué quedaba del experimento más generoso jamás soñado por el hombre? Y se respondía: nada. O quedaría para el futuro la huella de un egoísmo que había utilizado y engañado a la clase trabajadora mundial; permanecería el recuerdo de la dictadura más férrea y despótica que pudiera concebir el delirio humano.”
Y así. Y todo de este modo. Y tan asqueroso. Y sin que leamos el libro de Padura y, por lo tanto, sin que aprendamos lo que es necesario saber, sin que nos demos cuenta de lo funestos que pueden ser los dirigentes fanáticos, los propagandistas que deforman la realidad, los abanderados del odio y los débiles mentales incapaces de defender la justicia y la libertad.
Y sepan que Leonardo Padura afirma en la “Nota” final que se trata de “una novela a pesar de la agobiante presencia de la historia en todas sus páginas”. Yo añado: novela por la agilidad narrativa, por el sabor a buena literatura, pero historia por el relato fiel de lo acontecido.
José María Fernández