Objetos de interiores en La Regenta de Clarín
La Universidad de Oviedo, el Ayuntamiento y el Principado de Asturias publicaron en 1984 un volumen con más de mil páginas que contiene las actas del Simposium Internacional sobre “Clarín y La Regenta en su tiempo”. Colaboré en dicho Simposium con el trabajo que titulé “Función de los objetos de interiores” y ahora rescato algunas de las cosas que decía allí para darles una nueva dimensión más relacionada con la literatura en general.
La Regenta comienza con la afirmación de que “la heroica ciudad dormía la siesta” y comentaba que si Clarín hubiera sido consecuente con esta declaración inicial deberíamos hallar en la novela una ciudad perezosa y encerrada en unos muros reales y metafóricos de costumbres locales y sin pretensiones de apertura alguna y con una narración en la que los objetos de interiores que aparecen en ella deberían ser el soporte de esta cerrazón, sin resquicio alguno para ideas renovadoras y menos para hábitos de vida que pudieran subvertir el orden establecido. Pero veremos lo que pasa de verdad en la novela.
En el despacho del Magistral de la catedral había muebles, libros en la mesa y más libros en las sillas y en el suelo; la alcoba tenía como eje la cama con la ropa correspondiente y un colchón pesado que Teresina (el ama) sacudía violentamente de tal manera que dejaba al descubierto los bajos de las enaguas bordadas y algo de la pantorrilla; combinación de ropa íntima y carne que encandilaba al Magistral. Había también un lavabo de mármol blanco, donde el Magistral desnudo de medio cuerpo arriba se mostraba mostrando sus claros atributos de buen amador: “cuello robusto”, “vello negro ensortijado” y “pecho alto”. Objetos y acción o acciones relacionadas con dichos objetos que no encajan evidentemente con el esperado mundo de una “ciudad heroica que dormía la siesta.”
Pero hay más. Cuando el Magistral está en el púlpito en “éxtasis de autolatría”, la nave de la iglesia se describe como chisporroteante de cirios y lámparas, embalsamada de incienso, caliente y aromática por los cuerpos de las damas y armoniosa por el crujir de los vestidos de seda y el aleteo de los abanicos. Y cuando De Pas está cavilando en el coro acerca de en quién pensaría Ana se arrellanaba en su sitial “manoseando los relieves lúbricos de los brazos de su silla”.
En suma, que Clarín, por medio de los objetos de interiores, dice adiós a los caracteres heroicos, a la aristocracia inmóvil y crea una novela moderna y unos personajes conflictivos, más cercanos a los del mundo actual, a los de carne y hueso con sus pasiones, sus dudas y su devenir cambiante. Y si todo esto es así, que lo es, lo importante, creo yo, para lo que ahora nos ocupa, es que el análisis literario en sentido amplio nos permite descubrir mundos, personajes y la auténtica dimensión de las obras literarias y nos permite la reflexión y ver la riqueza y complejidad de nuestro mundo. Nos permite no ir ciegos por la vida.
José María Fernández