París-Austerlitz
Carmen (buena lectora y con opinión que me merece crédito) me recomendó la lectura de París-Austerlitz, novela de Rafael Chirbes, la última de su producción porque, tras veinte años de escritura abandonada y retomada intermitentemente, por fin la dio por terminada en mayo de 2015, meses antes de su muerte.
Un joven pintor español, hijo de familia acomodada, establece, en París, una relación homosexual con un hombre ya maduro. Copas. Pasión. Cafés parisinos. Días felices. Noches desenfrenadas. Y el sida. El sida y el hospital. Y las visitas del pintor a su amigo en el hospital. Una historia dura y tierna a la vez.
Rafael Chirbes es un consumado e interesante novelista con novelas como En la orilla que destaca por su realismo, por su realismo social, urbano y crítico, pero igualmente destaca por una escritura en la que el hombre, los afectos y sus conflictos, zozobras y pasiones son el eje de la narración, caso por ejemplo de Mimoum y de la que ahora nos ocupa, París-Austerlitz.
Así pensaba y así transcurría la vida del joven pintor español en París: “Dejar trabajar al tiempo. Al fin y al cabo, todo es provisional. Me adormecía ante la mesa, con el periódico abierto junto a la copa de calvados. Contemplaba el cuerpo del camarero, seguía sus movimientos. Es la vida, volvía a decirme. La felicidad posible. El prurito del deseo en cuanto imaginaba el cuerpo de Michel”. (Michel se llamaba su amigo y amante francés).
Y un poquito más adelante la historia de la novela dice así: “A fin de mes, nos bebíamos en casa las botellas adquiridas en previsión de la paga, y veíamos la tele desnudos, y nos comíamos uno a otro. Lo dice Lucrecio: Los amantes quieren comerse el uno al otro. Lo creen posible. Enloquecen.”
Y cuando Michel ya está enfermo en el hospital se dice: “Todo saldrá bien, le repito dos o tres veces, sabiendo que le miento: ni hay indulto en su condena ni vuelta atrás en nuestra agotada historia. Te curarás, insisto. Y en ese momento parece que me cuesta respirar; sí, ahora el que padece la respiración agitada soy yo, noto que me ahogo, y tengo que salir precipitadamente al jardín…”
Los tres párrafos citados contienen condensados los principales planteamientos y problemas humanos que se narran y describen y que se viven y que son comunes a todos nosotros con independencia, por supuesto, del tipo de sexualidad. Y es que el paso del tiempo es terrible para los hombres y es que la amistad y el amor es un enigma que frecuentemente creemos duradero pero que a veces no es así. Y es que la felicidad parece que está a veces al alcance de la mano pero otras se aleja y nos tortura. Y es que el hombre, los hombres, vivimos inmersos en una vorágine complicada y no fácilmente ni asumible ni explicable. Y es que todo esto y mucho más es la novela de Chirbes.
José María Fernández